Otra vez he querido ir de guay y me he colado... bueno, tampoco es así exactamente. Llevo escuchando hablar de estos británicos desde que rompieron hace ahora siete años con su segundo álbum, “II: Sojourn", pero, como a mí esto del rollo 70's nunca me ha hecho mucha gracia, me convencí de que no me gustaban y me olvidé de ellos... hasta que cierto día me encontré con este “V: Lamentations” de paseo por su tierra y me dije, ¿por qué no?
A ver, que los tíos son del condado de Lancaster y yo andaba por Londres, a más de cuatro horas en coche, pero en el Reino Unido, se entiende. Y es que Wytch Hazel es una banda muy, muy británica, las cosas como son. Casi más que los jodidos Iron Maiden y en aquel momento me cogieron con la guardia baja, la cartera floja y con ganas de descubrir historias nuevas... y no me arrepiento, si os soy sincero.
¿Quiénes son Wytch Hazel, entonces? Lo cierto es que son de las bandas que más fuerte han pegado en estos últimos tiempos y estoy convencido de que más de uno ya los tendréis bien ubicados. Yo diría que son heavy-rock orgullosamente británico, en sonido y en inspiración. Respaldados por un sello británico, el emergente Bad Omen Records del ex-Rise Above Will Palmer (también bajista de Angel Witch, por cierto), tan sólo me llama la atención encontrarme una banda abiertamente cristiana en un sello con tendencias oscurillas, pero bueno, supongo que la calidad de la banda es lo que se ha impuesto y lo que debemos tener en cuenta en esta ocasión.
¿A qué me suenan estos tipos? Pues es una mezcla curiosa, muy resultona y bien engrasada. El enfoque guitarrero tiene sin duda a Thin Lizzy en mente y la voz me recuerda a una versión algo más nasal de JB Christoffersson de Grand Magus... ¿Qué tienen que ver unos con los otros? Mucho no. Escuchando en detalle, se me vienen a la cabeza desde los primeros Iron Maiden a bandas de diverso pelaje de la NWOBHM como Angel Witch, Pagan Altar, Demon o Saracen. Ahora bien, ¿dónde reside la singularidad de estos Wytch Hazel? En que, a pesar de conectar con bandas tirando a oscuras del underground hard y heavy finales de los 70 y principios de los 80, ellos son una banda que irradia luz y optimismo. Es una sensación extraña. No me suele gustar la música "alegre", pero Wytch Hazel consiguen transmitir un optimismo que resulta contagioso. Hacen heavy metal, no se me ocurriría discutirlo, sin embargo, lo suyo no es la violencia, la agresión o la furia. No hay rabia juvenil, urgencia o espíritu inconformista. Todo está limpito, aseado, impoluto... como sus blancos atuendos. Parecen el reverso luminoso de lo que viene siendo habitual en el heavy metal con sus cruces “no invertidas" y sus mallas y blusas blancas y, con todo ello, me tienen tendido a sus pies y cuestionando algunas bases que considero innegociables en nuestro mundillo. A ver, ser bueno mola... ¿o no?
Así arranca “I Lament" con sus cristalinas melodías, su carisma guerrero y un marcado tono de nostalgia melancólica. Conectan con la tradición heavy de su tierra, suenan épicos y vigorosos, pero al mismo ritmo armónicos y líricos. Como digo, no buscan golpear ni violentar, lo suyo no es caminar por el lado oscuro, sino quedarse en la luz y, con todo ello, emocionar y empoderar al oyente. “Run the Race" se sigue centrando en su preciosismo guitarrero con esas melodías dobladas y un cabalgar clasicote que nos trasladará a los mejores años de la NWOBHM en una curiosa mezcla entre Thin Lizzy, Pagan Altar y Iron Maiden con JB Christoffersson a las voces al que Colin Hendra recuerda en sus momentos más varoniles. Termina esta imponente tripleta de entrada la grandiosa “The Citadel", donde las influencias del heavy metal épico se entrecruzan con un sentir folk muy británico heredado de Jethro Tull y Uriah Heep empastando a la perfección y certificando una suerte de metal medieval para los tiempos modernos.
Con estas tres, ya estaría convencido (de hecho, su escucha fue la que me empujó a comprarme el LP), pero la cosa no decae con la inspiradora “Elements" que le sirve de punta de lanza a este “V: Lamentations". A medio camino entre el folk acústico y el heavy metal, se las apaña para no caer en el estigma del “folk metal" y conquistar a la primera. “The Demon Within", más relajada, llama menos la atención, pero consigue aguantar el tipo y terminar la cara A con buena nota.
Siento decir que la cara B, aún entretenida y contando con buenas composiciones, no tiene la pegada de la cara A y se desinfla ligeramente, en buena medida por su tono general más sosegado e intimista. “Racing Forwards" se mete en terrenos del doom/rock más ligero con bastante éxito, pero la cortita instrumental “Elixir" no consigue sacarnos de ese estado de relativo letargo en el que nos estamos sumiendo poco a poco desde “The Demon Within". Afortunadamente, la trilogia de cierre levanta el ánimo con la enérgica “Woven", que suena como unos Iron Maiden al ralentí (los más entendidos invocarán en nombre de Wishbone Ash, aunque es algo que yo no estoy en condiciones de confirmar), el conmovedor medio tiempo de tintes medievales “Heavy Load" (cuyo título me hacía pensar en un tema más potente, pero aún así está muy guay) y una emotiva “Healing Power", que tiene mucho de místico y autoreferencial. En ella, Colin Hendra parece querer afirmar el carácter sanador de su música y su casi exclusiva devoción al altísimo, lo que nos lleva a uno de los aspectos más paradójicos de estos Wytch Hazel y que ya anticipé hace un rato... ¿Cómo es posible que una banda con un claro mensaje cristiano se haya convertido en uno de los “chichis" del nuevo metal underground? ¿Qué hacen en un sello llamado Bad Omen Records y con un bajista que hasta hace bien poco atendía al nombre de Antichrist?
Independientemente de sus connotaciones religiosas, que pueden tirar para atrás a más de uno, yo el primero, es evidente que estamos ante una de las bandas más interesantes del panorama "retro" de los últimos años. Sin ningún género de duda, creo que pocos capturan así de bien la esencia del hard rock de finales de los 70 y del heavy metal de principios de 80 de aquellos Blue Öyster Cult, Angel Witch, Thin Lizzy, Pagan Altar, primerísimos Iron Maiden o, por qué no, de los Saxon de "Crusader" por ese innegable trasfondo medieval que entronca con su carácter de cruzados (sentido religioso incluído) del genuino espíritu del heavy metal más ancestral. Y a todo esto, añadiendo un vistoso diseño de Annick Giroux de Cauchemar y la exquisita producción de Ed Turner de los psicodélicos Purson, un habitual de la órbita Rise Above/Bad Omen... La verdad es que se hace complicado no disfrutarlos...
8/10
Soy algo reacio a escuchar "nuevas" bandas desde hace unos cuantos años, pero como hace relativamente poco prometí dejarme llevar por voces expertas, ahora me he encontrado con un disco que me ha gustado bastante.
ResponderEliminarEs curioso, porque el disco en sí me gustó más a la primera escucha que posteriormente tras varias vueltas al mismo. Creo que los únicos puntos negativos que le encuentro es que me da la sensación de que todas las canciones giran sobre sí mismas, como repitiendo esquemas constantemente, y esto lo he encontrado prácticamente en toda su discografía, que estoy con ella poco a poco. Otro punto que tampoco es que tenga demasiada importancia, porque ya digo que es un disco que he disfrutado mucho, es el tono del vocalista, que efectivamente tiene un gran parecido al de Grand Magus, pero nuevamente al igual que en la parte musical, da la sensación de estar volviendo a lo mismo una y otra vez, a la par que se me antoja algo monocromático y con no mucha variedad tonal.
Aún con todo, el disco posee un no-sé-qué; como un buen rollo contagioso que hace que lo tenga que escuchar de principio a fin,. Es melódico, pegadizo y tiene ese punto añejo que nos llevan de vuelta a aquella NWOBHM, por no decir los dejes a Thin Lizzy que lucen las guitarrras.
Recuerdo hace años en el Portal, que me pasó algo parecido con un disco rollo retro que pasó a ser unos de mis favoritos de aquel año. Eran The Dagger, un grupo formado por gente de Dismember (!!!) haciendo una historia muy Rainbow, el cual aprovecho para recomendar si alguno no lo ha escuchado.
Eran tres los miembros de Dismember que montaron aquello: Fred Estby, David Blomqvist y el que era entonces su bajista y ahora toca en Necrophobic, Tobias Christiansson. Como fan de Dismember y seguidor del heavy metal clásico, me lo tuve que comprar inmediatamente y guardo un gratísimo recuerdo de ese LP homónimo. Aún lo rescato de tanto en cuanto. Una pena que no continuaran con la banda... Me produjo en su momento una sensación muy similar a la del debut de Vanderbuyst en 2010 o del de Mirror en 2015. Son álbumes que cruzan de forma muy honesta la frontera entre el hard rock y el heavy metal y me transmiten una sensación de autenticidad que no encuentro tan a menudo en la música actual. Podría decir que me ha ocurrido algo similar con este trabajo de Wytch Hazel. Quizás a mí lo que menos me gusta de él es que creo que no consigue aguantar el nivel de calidad de las cuatro primeras canciones durante toda su duración. I Lament, Run the Race, The Citadel y Elements me parecen tremendas, pero a partir de ahí noto cierto bajón de atención que para mi repunta con Woven y Healing Power. Yo más que notarlos dándole vueltas a lo mismo dentro de este mismo LP, lo que creo es que corren el riesgo de repetirse en exceso de álbum a álbum. Últimamente he escuchado con cierta atención desde Sojourn hasta este último y, con las lógicas diferencias de sonido, me da un poco la impresión de que la canciones son bastante intercambiables y no veo una verdadera evolución en su estilo, más que perfeccionando la fórmula. Con todo, te diré que he disfrutado una barbaridad de este Lamentations y sus cuatro primeros cortes están entre lo mejor que he escuchado recientemente.
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