Decía el mítico Max Norman hace bien poco que ya no merece la pena grabar buenos álbumes. ¿Para qué vas a gastarte dinero en una gran producción si el resultado lo van a escuchar cuatro gatos? Y no le falta razón. Los discos no se venden y los que aún compramos música, básicamente, nos dedicamos a cubrir los agujeros de nuestra discografía en el mercado de segunda mano. Aunque por épocas sí que podamos engancharnos con algunas novedades, como me ha ocurrido a mí estos últimos meses, no es que habitualmente estemos muy al tanto de lo que se cuece en el mundillo. La industria musical ha cambiado y hoy en día un mamarracho que no sabe ni cantar puede retirarse tras haber grabado una canción de mierda (por llamarlo de alguna manera), mientras las bandas de verdad, con talento, no pueden ni plantearse salir del garaje de sus padres porque hacen música que ya no está de moda.
Digo todo esto porque, a pesar de que no le falta mucha razón al bueno de Max y poco se produce ya más que música desechable de consumo rápido, gente como Arthur Rizk se ha empeñado en demostrar que aún hay esperanza de encontrar algo con sustancia de vez en cuando. Tanto con sus propias historias (Eternal Champion, Sumerlands, War Hungry, Cold World), como produciendo a otros (Kreator, Unto Others, Blood Incantation, Crypt Sermon, Cro-Mags, Sacred Reich, Power Trip, Tower, Spectral Voice, Wayfarer, Cavalera Conspiracy...), Arthur Rizk pone en valor el papel del músico como creador, sin rendirse a las tendencias y, sobre todo, considerando que merece la pena invertir en una banda y hacerla sonar en condiciones. Que todo esto no se trata de encerrar a cuatro tíos en una habitación con un ordenador cargado de emuladores para ahorrarse pasta y así sacarse de la manga cualquier cosa que pueda dar medianamente el pego. Así, en la última década, Rizk se ha convertido en referencia ineludible para aquellos que aún prestan atención a cómo suena un álbum y toda banda medianamente preocupada y con posibles ha acabado recurriendo a él. Y si no lo creéis, echad un vistazo a su currículum reciente y sacad vuestras propias conclusiones...
Sumerlands es una de sus aventuras personales, seguramente no la principal, porque creo que esa consideración se la reserva a Eternal Champion, pero sin duda la que más grande suena de todas. Si es que es ponerse la irresistible “Twilight Points the Way" e, inmediatamente, viajar en el tiempo hasta aquel maravilloso e infalible heavy metal que no paraba de dejarnos clásicos entre 1983 y 1986. Aquel en el que los grandes sellos y productores ya habían metido su mano a sabiendas de que el camino de éxito era el de la inversión, el de la calidad. El saber que, para que un álbum realmente pegara fuerte, había que hacerlo sonar grande y que para eso había que usar un buen equipo y grabar en un buen estudio. Arthur Rizk tiene eso muy claro. Puede que no nos guste siempre cómo le quedan las cosas o que en ocasiones pensemos: “esto suena un poco moderno para mi gusto", pero la vocación siempre es la misma, conseguir que la banda saque lo mejor de sí y hacer que, al menos, el envoltorio técnico sea el mejor posible.
Obviamente, con sus Sumerlands lo consigue. Por ponerme un poquito tocapelotas, podría llegar a decir que el sonido de la caja no me encanta porque me recuerda a esas baterías tan disparadas que se llevan hoy en día, pero, en términos generales, diría que este “Dreamkiller" suena de puta madre. Potente, con mucho cuerpo, con su dosis justa de efectos. Cristalino, pero natural... Me atrevería a decir que Arthur tiene bien estudiados al propio Max Norman y a otros como Ron Nevison, Tom Allom, Eddie Kramer, Chris Tsangarides, Michael Wagener, Mark Dodson... (inserta aquí los nombres que consideres oportuno) que contribuyeron a hacer grande el heavy metal durante los años 80. Esa sensación de amplitud, de energía y de potencia que transmitían aquellas grabaciones en las que los efectos digitales todavía no se habían impuesto, pero que también permitían apreciar cada detalle sin grandes dificultades.... menos el bajo, claro está, hasta en eso recuerda este “Dreamkiller" a nuestros queridos 80.
“Twilight Points the Way" arranca como un buen tema de power metal melódico a lo Fifth Angel/Leatherwolf con una cintura propia de la mejor de las bandas de hard ochentero, no muy lejos de lo que podían hacer Queensrÿche o los Dokken más heavies de sus años mozos. Buena voz del más que competente Brendan Radigan, como un cruce entre Ozzy y Lizzy Borden, al que sólo le podremos reprochar cierta falta de versatilidad (canta bien, aunque es un poco un “one-trick pony”), y geniales guitarras de Rizk y John Powers, que me hacen pensar constantemente en la cátedra que sentó Jake E. Lee junto a Ozzy Osbourne en “Bark at the Moon” y “The Ultimate Sin”. Incansables en el riff y más que acertados en los arreglos y solos. La base rítmica cumple y poco más, también muy en la línea de lo que escuchábamos hace 40 años...
La cosa se mueve cómodamente entre cortes más heavies en la línea de la citada “Twilight Points the Way”, “Dreamkiller" (que me tiene un tufillo europower que ya no me tira tanto) o “Death to Mercy" y medios tiempos clasicotes a lo “Heavens Above" o “Edge of the Knife", siempre destinados a enfatizar la melodía y marcarse en nuestra memoria. Sumerlands no quieren ser una de tantas bandas destinadas a ser olvidadas después de una protocolaria escucha superficial y lo van a conseguir a base de buenas composiciones.
De estos dos moldes, no obstante, se salen un "par" de temas que consiguen dar una dosis de variedad muy bienvenida. No tienen miedo a meterse en el terreno del medio tiempo melódico con una “Night Ride” que nos podrá recordar en su desarrollo a la inolvidable “Screaming in the Night" de Krokus. “Force of a Storm" me parece el single estrella del álbum con su innegable guiño al “Shot in the Dark" de Ozzy, tanto en cadencia como en gusto melódico... hasta sus comercialotes teclados le quedan de lujo. Finalmente, por su densidad, “The Savior’s Lie" es una canción que se adentra en el heavy pesado y doomero de los Black Sabbath de Dio y Tony Martin, con una presencia innegable del maestro Iommi en la progresión de los riffs de guitarra... Ninguna de las ocho que vais a escuchar aquí baja nivel más que esa “Dreamkiller" en sus momentos más inofensivos (y es una apreciación muy personal), ofreciendo una más que lograda revisión de casi todo aquello que podíamos encontrar en el heavy metal “comercial” de mediados de los 80.
Vamos, que este “Dreamkiller" es un estupendo álbum de heavy metal ochentero que no ofrece nada particularmente nuevo, pero se eleva como una carta de amor a la forma de hacer de una época pasada que ya nunca volverá. Una forma de hacer en la que de verdad se creía en la música y se sabía que, para que funcionara, había que hacer las cosas bien, no era suficiente con una chapuza cualquiera. Ojalá más bandas como Sumerlands tuvieran este mismo respeto por su obra y se la tomaran tan en serio en todos los aspectos. Aquí estamos hablando de heavy metal con mayúsculas, para gente mayor, no de música sin sustancia para salir del paso. Ahora, simplemente nos queda esperar a que no se tiren otros seis añazos para sacar material nuevo, como entre su debut y este “Dreamkiller”, porque, de momento, bien no pinta la cosa. ¡Entretenidísimo!
Parece ser que he borrado el comentario que dejé aquí.
ResponderEliminarNada, ya volveré a escribir. Decir rápidamente que esto es una pasada de disco que no puede dejarse pasar.
Pues es que entré aquí ayer por la tarde y aparecía como que estaba eliminado el mensaje. Normalmente si lo borra alguien que no es autor del blog, deja rastro. Lo único que hice yo fue borrar el mensaje por defecto de blogger... ¡Disculpa igualmente, Odin!
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